Hoy vuelve a llamar mi atención un artículo del periódico EL PAÍS digital, se titula «El cuento de las hadas y los hados» . El artículo se produce a raiz de lo siguiente:
«El Ministerio de Igualdad, el Instituto de la Mujer y el sindicato FETE-UGT apuestan por acercar a los niños cuentos no sexistas, ya que consideran que las historias infantiles suelen estar llenas de estereotipos. «Casi todas las historias colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que realizar diversas actividades para salvarla«, apunta Luz Martínez Ten, secretaria de Políticas Sociales de FETE-UGT. Y ahí están cuentos como La Bella Durmiente, Cenicienta o Blancanieves para demostrarlo«.
Por lo visto, resulta que ahora «la lectura de los cuentos clásicos nos descubren sentimientos como los celos en el caso de Cenicienta, la envidia en Blancanieves o el abandono en Hansel y Gretel. Durante años, los clásicos de Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm o Charles Perrault han mostrado a los niños un mundo en el que el papel de la mujer y el hombre eran diferentes, porque correspondían a una época muy distinta a la que vivimos hoy«.
Sinceramente, no le veo ni pies ni cabeza al tema. Mira que he leído y he escuchado veces estos cuentos clásicos y jamás había hecho «esa lectura». Con todos mis respetos, venir a tachar dichos cuentos de sexistas me parece un síntoma de aburrimiento, de agotamiento total, de buscar cómo justificar la existencia de este departamento específico que es el «Ministerio de Igualdad» y, ante todo, un síntoma de ineficacia.
Curiosamente, los ejemplares manuscritos de «Cuentos para la infancia y el hogar”, escritos por los hermanos Grimm y propiedad de la biblioteca de la Universidad de Kassel fueron incluidos en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco en 2005, una iniciativa internacional propulsada y coordinada por la Unesco desde 1992 con el fin de procurar la preservación y el acceso del patrimonio histórico documental de mayor relevancia para los pueblos del mundo, así como también promocionar el interés por su conservación entre los estados miembros. Por otro lado, muchos de estos cuentos proceden de autores originarios de la Europa Escandinava, es decir, de sociedades que con el paso de los años se ha demostrado ser de las más avanzadas en términos de igualdad.
No escribo esto sin haber indagado previamente y saber que el artículo del periódico EL PAÍS es consecuencia de lo que se dijo en la presentación de la «Campaña Educando en Igualdad«, una Campaña cuyo espíritu seguro que es bueno, pero se equivoca en el planteamiento. En la presentación de dicha Campaña entre las frases que dice la secretaria de Políticas Sociales de FETE-UGT está la siguiente: «ya es momento no sólo de repensar el pasado sino de construir el futuro, y en las escuelas tenemos mucho que hacer y lo vamos a hacer«. Y me parece muy bien, pero tengan cuidado, empezamos a caer en el extremo contrario. Dice también la misma persona «Los cuentos tradicionales seguirán vivos en la escuela porque son un recurso fundamental, pero podemos jugar con ellos, cambiar los finales, trabajar con las historias y con los personajes y pensar que haríamos en su lugar«.
¿Cambiar los finales? pero si siempren ganan los buenos, ¿qué pretenden? ¿qué ganen las celosas en Cenicienta que me imagino que son las hermanastras, la envidiosa de la Bruja en Blancanieves,..? ¡Por favor! ¿Quiénes son los artífices de estas campañas?
¿De verdad puede alguien creer que la lectura de estos cuentos puede tener repercusión en el grado de respeto que el hombre tenga por la mujer? ¿De verdad no encuentran una forma mejor de educar a nuestros hijos en el respeto hacia el otro? Desde luego que a raiz de estas declaraciones puede ser que la lectura de estos cuentos se haga con una predisposición a ver los celos, la envidia, … (yo seré muy tonta pero a lo más que he llegado y, ya de mayor, es a decirle a mis hijas: «¡qué mala la bruja!»), pero en todo caso, insisto, gana la bondad, la sencillez, la dulzura tanto del príncipe como de la princesa y si algo es tradicional en estos cuentos es la delicadeza del hombre hacia la mujer. Por favor, no hagan que nuestros hijos pierdan valores tan básicos, «no busquen cinco pies al gato», no repiensen el pasado buscando a algo un sentido que no tiene, no creen polémica justificándose en el loable fin que persiguen: «la educación en la igualdad». Desde luego que si los artífices de esta campaña lo que intentaban es divulgarla, son unos artistas.
Creo que tenemos muchos problemas en este país como para que se emplee dinero público en campañas como ésta que cuestan muchos euros. Por favor, señores/as, seamos serios.
Paradójicamente, la búsqueda de la igualdad mal entendida (título que he escogido para este comentario) está conduciendo a una desigualdad patente. ¿No se dan cuenta? La Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, al comienzo de su exposición de motivos, dice con respecto a la violencia de género: «Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión«. Justifico la existencia de esta Ley ante situaciones que respondan claramente a ese tipo de violencia, pero es una realidad que la aplicación no rigurosa de la misma está dando lugar a la desigualdad de los hombres.
Es una realidad que hoy cualquier mujer mala, vengativa, celosa, retorcida, rencorosa, acude a la Guardia Civil o a los Juzgados de Violencia de Género denunciando a su marido o a su pareja porque la maltrata psicológicamente, se inventa un rollo y pide una orden de alejamiento, y algunos jueces, si la mujer responde «Sí» a la pregunta «¿Tiene usted miedo?» es muy posible que acuerden la medida de alejamiento, cuando no algo peor, separándose a este hombre de sus hijos en muchos casos sin justificación válida alguna, atentando contra su dignidad y, muchas veces, sin pruebas, ya que «el supuesto daño psicológico» suele ocurrir en el ámbito familiar. No digo, en ningún momento, que no se deba penar al que causa un daño real, sólo digo que se debe penar sea hombre o mujer, o es que el Ministerio de Igualdad, el Instituto de la Mujer o el sindicato FETE-UGT «piensan» que todas las mujeres somos buenas por nuestra condición de mujer ¡¡Viva la igualdad si piensan así!!
Se debe también penar a la mujer que denuncia malos tratos sin ser ciertos, se deben «cribar» las denuncias que llegan a los Juzgados de Violencia de Género: si no aguantas a tu marido y tu marido no es un maltratador en el sentido criminal del término, ¡divorciate!, pero no busques la vía rápida que supone para este trámite el acudir a estos Juzgados, no busques hacerle daño a tu marido o a tu pareja de esta forma para vengarte por algo. Todo mi respeto y apoyo para las mujeres que de verdad son víctimas de maridos o parejas machistas.
Señores/as de los referidos organismos, preocupense en procurar la actualización de normas que «huelen» a discriminación y que ancladas en el pasado parecen entender que es la mujer la que tiene que desempeñar el papel de ama de casa, les pongo como ejemplo, el apartado 2 del artículo 82 del Reglamento Penitenciario que, en relación con la posibilidad de disfrutar del régimen externo, dice literalmente: «en el caso de mujeres penadas clasificadas en tercer grado, cuando se acredite que existe imposibilidad de desempeñar un trabajo remunerado en el exterior, pero conste, previo informe de los servicios sociales correspondientes, que va a desempeñar efectivamente las labores de trabajo doméstico en su domicilio familiar, se considerarán estas labores como trabajo en el exterior«. En el caso de los hombres, no es así; ellos tienen que acreditar que van a desempeñar un trabajo en el exterior, pero no el que esta norma considera como propio sólo de las mujeres. Si una mujer no está capacitada para desempeñar un trabajo y sí para realizar las labores de trabajo doméstico, igualmente puede pasar en el caso del hombre. Señores/as de los referidos organismos ¿no sabían de la existencia de esta norma? pues les aseguro que no es la única. El problema es que el tiempo es limitado y si los esfuerzos y los medios se emplean en repensar los cuentos clásicos, difícilmente habrá lugar para promover campañas serias.
Mientras no se convenzan de que los hombres son hombres y que las mujeres somos mujeres y que somos distintos por naturaleza, y que lo que hay que fomentar es el respeto, la no discriminación, y la igualdad, sí, pero la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, pero no pretender que seamos iguales en todos los sentidos porque no lo somos y espero que nunca lo seamos, espero que por muchos años las niñas sigan soñando con un beso de su príncipe azul.
Y por favor, Sra. Martínez Ten me parece muy poco inteligente, una falta de respeto a la libertad de expresión, y una falta de humildad, su reacción ante los que decidimos opinar sobre aquéllo en lo que se gasta nuestro dinero, y no se engañe a sí misma pensando que ésta es la única crítica hecha a las políticas que están llevando a cabo, las críticas les vienen de todos lados, así que abra los ojos porque «no hay más ciego que el que no quiere ver».
Carmen Miranda
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